Después del pequeño chasco que me llevé con Agatha Raisin y la quiche letal, pero habiendo visto la adaptación y quedar gratamente sorprendida, decidí darle una oportunidad a esta segunda entrega de la jubilada detective.
En esta nueva aventura conocemos a Paul Bladen, un atractivo y mujeriego veterinario que acaba de abrir una clínica en el pueblo, aunque para sorpresa de Agatha no es fan de los animales domésticos, lo suyo son los animales de granja y su sueño es construir una clínica para ellos. Pero eso no podrá ser porque a la mañana siguiente de haber cenado con nuestra protagonista su cuerpo sin vida será encontrado en las cuadras de Lord Pendlebury.
Y como era de esperar el coronel James Lacey, el arisco vecino de Agatha, desoyendo los consejos del detective Bill Wong, ayudará a esta en la resolución del crimen. No sin antes verse envueltos en una serie de absurdas e hilarantes situaciones. Las cuales no sabemos si les unen o les distancian. La tensión sexual se palpa en el ambiente, o al menos en la mente de Agatha.
A diferencia del primer libro, Agatha parece pensar un poco más en algo, o alguien, que no sea ella misma. Pero solo un poco. Claro que también es verdad que a la pobre mujer parece que le haya mirado un tuerto, siempre atrae a lo mejorcito del pueblo, y si se apura de toda Inglaterra.
No le doy las cinco estrellas por toda la subtrama con su excolega de Londres, que lo único que aporta a la historia es un precioso minino, bueno, y una bofetada de realidad para Agatha, que falta le hace. ¡Que insufrible es esta señora!
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Título: Agatha Raisin y el veterinario cruel
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