Y Bells sigue siendo Bells, pero ahora además de ser una ilusa soñadora es una niñata egoísta.
Belly quiere ser una Fisher, siempre lo ha sabido, y desde que lo suyo con Conrad terminó hará todo lo posible por conservar a Jeremiah siempre ha su lado, aunque tenga que enfrentarse a su propia familia.
Por fin el único punto negativos de los libros anteriores desparece, ya no flashbacks desordenados y molestos o un continuo cambio de narrador, pero todos los puntos positivos desaparecen en la primera página. Ya no hay diálogos frescos y divertidos, apenas se nota la presencia de otros personajes que no sean Belly o Jeremiah, y además todas las cosas buenas que había ido haciendo en El verano en que me enamoré y No hay verano sin ti se esfuman de un plumazo. Ahora entiendo los comentarios negativos que había hacía él cuando salió la serie de televisión.
Y como era de esperar mi previsión sobre el final era correcta, ridícula, pero acertada.
Lo único bueno de Siempre nos quedará el verano es que tiene menos de 300 páginas y que existe el personaje de la madre de Belly.
★ ★ ☆ ☆ ☆
Título: Siempre nos quedará el verano
Colección: Verano 3 (de 3)
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